¿Vamos a la ciudad? Preguntó Abigail a Javier. Y él respondió: Déjame aquí…¡hija! Alejado de esa rutina a la que no me acostumbraré. Este pueblo es mi vida y mi muerte, agregó. Ella besó sus mejillas, dio la espalda, caminó lentamente hasta el portón. Se despidió para siempre, Esta vez no lloró.
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Es tu arrecife de coral y aquí dejas tu huella marinero...