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Abigail

Atolón de Andrea Doria


Élla está a mi lado dormida. Tan pequeña y frágil. Estoy leyendo “El perfume”, esta es la cuarta vez. Me gustá sentir su respiración y la forma en que mueve sus brazos buscándo abrazar una parte de mí. Son las once de la noche y no consigo dormir. Su cuerpo semidesnudo me atrae, no puedo pensar en otra cosa que en sexo. La ventana está abierta, así que bajo la persiana impidiendo que el aire frio de la noche haga efecto alborotando su rinitis. La única ventaja es que su piel se eriza con sus pezones y esos pequeños pechos que aveces producen lástima pero endurecidos son una luna llena. Abigail tiene en su desnudez una honestidad complaciente. Quisiera despertarla con caricias suavecitas, pero ha llegado cansada de trabajar todo el día en la biblioteca.
En este momento recuerdo la última vez que estuvimos en una playa desierta, tal vez el clima no era el mejor. Sin embargo nuestros cuerpos estaban calientes y ansiosos. Por un instante ella me miró y pronunció mi nombre con ese tono que significa _tengamos sexo_, yo intimidado dije : _ ¿no te parece que hace frío?_ es mejor si te abrazo un poquito! Lleve mis manos a sus grandes y redonditas nalgas, se abalanzó sobre mi y despertó su honestidad salvaje,. Oh! No quiero entrar en detalles. Increíblemente esta noche aflora el olor incitante de su cuerpo cuando está sudando y ardiente. Debo concentrarme en la novela, tal vez los párrafos descriptivos de Süskind me están despertando una tentativa seducción. Ahora tenemos cinco meses juntos. El primer día que la ví no he librado ninguna fantasía. La veía caminar con las faldas ajustadas, el peinado simple, y unas blusas que ocultaban su armoniosa figura. Los pasillos de la biblioteca eran los testigos de los inesperados encuentros, todos los viernes que pasaba a recoger libros. Su jefe le decía frecuentemente _Abigail tenemos desorden en la sección de Historia_ y su nombre me remontaba a una mujer parsimoniosa, tímida e insignificante. Cierto día se sentó en mi mesa para organizar algunos libros _recuerdo muy bien que eran de jurisprudencia_ un tema del que no quería saber. Ese día ella llevaba el cabello suelto, que le hacián resaltar los ojos marrones y labios gruesos. Sentí por un instante que le incomodaba que la mirara y mordío sus labios mientras parpadeaba rápidamente. Le dejé una nota _¿porqué escondes a la dulce Abigail?_ , y ahora en el fondo me averguenza ese gesto tan loco. Aveces pienso que tal vez en unos años ella se aburrrirá conmigo, no es fácil cuando sabes que tu mujer es veinte años menor que tú. Ella me ama tal como soy y me siento correspondido. Ahora ella está aquí a mi lado. Como un sueño que me acaricia y me enseña que la realidad está hecha de colores suaves y piel de porcelana. Dejo el libro en la mesita de noche, y reposo. Estrecho en mi pecho a una mujer en el sentido absoluto. Al dormir siempre llevo mis manos a sus pechos de luna. Le murmuro al oído _Abigail te amo_. Abre los ojos y suavemente se da vuelta como si adivinara mis pensamientos, me mira y susurra:_ yo también_ acompañado de mi nombre con ese tono que significa _tengamos sexo_, intimidado esta vez entiendo perfectamente y digo: _ ¿no te parece que hace frío?_ y lleve mis manos a sus grandes y redonditas nalgas.

2 comentarios:

  1. Andrea: acabo de visitarte pues vi tus respuestas en Prometeo y me interesaron...me gustó el cuento... es la vida, tal cual es! Te seguiré visitando y me haré seguidora... te invito a mi Blog...pienso que te puede gustar...
    Un abrazo

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  2. Eliane es un honor para mi tenerte de visita. Tu blog es encantador, tengo mucho material para leer. ayy cuánto me encanta encontrar personas con tanta energia positiva!!! besos :P

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Es tu arrecife de coral y aquí dejas tu huella marinero...