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DEL TRONCO AL BARCO


Hace 20.000 años el hombre primitivo utilizaba los troncos de madera caídos al agua para transportarse por los ríos, luego hizo canoas excavando un hueco en los troncos mas grandes de balsa, también construyeron barcas previstas de armazón, utilizando pieles o cortazas para recubrir el casco.

Uno de los primeros intentos de dominar una fuerza natural y hacerla aprovechable fue la vela; el primer indicio de una nave vela aparece en Egipto hacia el milenio III. Sólo podían navegar a favor del viento con una lona cuadrada. Más adelante el hombre se dio cuenta de que se podían hacer velas que permitirían a un barco avanzar contra el viento con un ángulo inferior a los 90°.

En la antigüedad los egipcios diseñaban botes de juncos atándolos mediante entramados con tallos de papiro. La extrema ligereza de estos barcos de juncos los hacía ideales para pescar; además eran fáciles de transportar. Equipados con velas y remos, llevaban también correo, cargamento y pasajeros.

La aparición del vapor trajo de decadencia de los veleros, ahora no era tan importante el viento, se avanzaba más rápido y seguro, así mismo con la llegada del acero a reemplazar el hierro, como material idóneo para los cascos, dicha practica declinó hasta desaparecer.

Este nuevo invento cambio la concepción que se tenia, hasta entonces, del transporte de personas, mercancía y correo al hacerlos mas cómodos y cortos. No es en vano que escritores de la la época retrataran el nuevo adelanto en sus obras.

Los escritores latinoamericanos no son ajenos al transporte en barco, ni al correo pues es gracias a estos que el desarrollo de los pueblos se da y se cuenta. Es el caso de Gabriel García Márquez, Eduardo Zalamea Borda y Germán Castro Caycedo.

García Márquez en “El coronel no tiene quien le escriba” hace reformas al correo.

“La última fue la lancha del correo. El coronel la vio atracar con una angustiosa desazón. En el techo, amarrado a los tubos de vapor y protegido con tela encerada, descubrió el saco del correo(...). Desde el instante en que el administrador de correos subió a la lancha, desató el saco y se lo echó a la espalda, el coronel lo tuvo a la vista.”
[1]

Igualmente Eduardo Zalamea Borda, bogotano (1907-1963) narra en “4 años a bordo de mi mismo” el viaje entre algunos departamentos colombianos montado en una embarcación “ A las 12 han de venir a embarcarme los marineros. Tengo miedo, un miedosillo vago, pequeño, como el miedo que sentía en mi casa cuando era niño y me dejaban solo en la noche para que durmiera. Aquí, como entonces, estoy solo y es de noche. ¿Acaso soy también un poco niño ¡Qué miedo he tenido! Como ese miedo vago que tuve en el muelle, mientras esperaba a los marineros, creció y se hizo gigantesco, devorador, terrible cuando llegó el botecillo tambaleante a esperarme debajo de la parte alta del muelle. Donde las olas son mas mugidoras, más grandes, más marinas. El boto saltaba, nos echaba de un lado a otro, se movía sobre el lomo del mar. ¡y yo tenia que saltar a bordo! Los marineros me gritaban blasfemias, ojos, se burlaban. Por fin salte...
El bote se hundió de popa. Yo pensé que iba a ahogarme y sujete por el cuello a un negro remero. Me rechazó y caí en el fondo. El bote estaba lleno de agua. Soplaba el viento.
¡Ya estoy a bordo! ¡¡Seguro!! Y me marcha a la guajira.”
[2]

Germán Castro Caicedo, periodista colombiano cita muy bien la descripción de los barcos, lanchas y buques para cargamento en 1981 en uno de sus libros de testimonio ( libro de la vida real. El Karina
[3], un buque de bandera Hondureña con un cargamento de armas destinado al grupo guerrillero M19 que partió de Europa y fue hundido tras combate con un remolcador de mar dela Armada Nacional de Colombia en el Océano Pacífico.

“A finales de junio estaban lista prácticamente las gestiones del buque, con otra bandera, nueva tripulación y nombre “Karina”(nombre de la hija del intermediario principal quien pidió se bautizara así)”


Registrando la gran importancia de la evolución del barco como medio de comunicación, estos tres autores exponen a través de sus obras como se utilizo este para facilitar el transporte de correo, pasajeros o cargamento.

[1] GARCÍA MARQUÉZ, Gabriel. El coronel no tiene quien le escriba. Buenos Aires; Sudamericana, 1973, PG.21.
[2] ZALAMEA BORDA, Eduardo. 4 años a bordo de mi mismo. Bogotá. La Oveja Negra, 1985, PG. 5.
[3] CASTRO CAICEDO, Germán. El Karina. Ed. Planeta, Ecuador, Segunda Ed, 1998.378 pgs.

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