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La playita

Atolón de Andrea Doria

Amigo lector, primero tengo que contarles que hace unos días inicié la lectura del libro Retrato en Sepia de la escritora Isabel Allende, una historia que mi hizo pensar en esos recuerdos que tenemos muy sutiles y borrosos. Pensé en cual es el recuerdo más lejano y fugaz que puede conservar mi loco cacumen y en este espacio quiero contar esas historias que vacilan en mi mente.

Recuerdo el barrio Kennedy en el año 1988, la casa de palma, tablas pintadas de azul, con un patio inmenso que limitaba con la playa; y entre ese espacio de la casa y la playa habían cuatro arboles de mango, flores y maleza. Se divisaba total desde casona de la cocina.

Muchos días desee ir sola a esa playita, no sé si está en mi mente fotográfica o tal vez me lo han contado mis padres, lo cierto es que miraba ese horizonte y la pared al final, ese final que escondía el mar.

Un día llego mi tío Caliche y me dijo vengo a buscarte para ir donde la abuela, pero antes quiero ir a la playita para recoger unos caracoles que necesito para una tarea. En ese instante mi corazón exclamó, se puso ansioso. El camino era corto; pasamos por debajo del árbol más grande, era el que más hojas tenía en el suelo, las hojas secas se quebraban con el pasar de mi tío y yo en sus brazos.

Pasamos un hueco en la pared y ahí estaba la playita y en ella plantas de flores moradas de esas que se riegan en la arena y son felices con el sol. A la distancia estaba el rio muy cubierto de verde y al horizonte estaba una islita, la misma que hoy puedo ver en una foto vieja que conserva mi madre donde estoy en el mar en los brazos de mi tío Javid.

La playita de arena blanca, brillante me conquisto y con ella el mar!

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Es tu arrecife de coral y aquí dejas tu huella marinero...